Tratábamos en la primera parte de este comentario de la nariz, de las narices, y su importancia para conferir personalidad a cada tipo, y como elemento diferenciador, también, para facilitar el trabajo de la censura, lo que permitió ya en 1913 localizar y detener a la murga “Los Segadores Mangurrinos”.
Enumeramos tipos de agrupaciones en los que las narices o similares fueron muy significativas y recordadas, como aquellas trompetillas de los chirigoteros de “Salimos de Marte el Miércoles para Llegar el Jueves porque el Viernes era Fiesta” de 1990; la variedad de prótesis personalizadas o de napias de payaso, esos tomates de quita y pon de gomaespuma colorá, o de las maquilladas de rojo, propias de los tajarinas; además de las trompas que convirtieron en mosquitos a “Los A Mí Plim”, popularmente conocidos en 1951 como “La Chirigota del DDT”, de Antonio Torres, o a la del Sheriff, Aguja de Oro en 2010, “El Escuadrón de los Jartibles”.
Efectuado el recuento de las narices más recordadas en la historia del Carnaval de Cádiz, cabe significar que, llegado el momento, al Concurso se le añadió una cuarta dimensión: el aroma. El olor agradable que se difunde por el interior del Gran Teatro Falla y que es difícil de trasladar a la calle, por sus propias condiciones de espacio abierto.
Los depósitos de los viejos aparatos del flix que sacaron “Los A Mí Plim”, contenían cierta cantidad de insecticida DDT como el que se elaboraba en una fábrica de la calle San Vicente hasta que ardió el año anterior y por eso estaba de actualidad, un líquido que se vendía a granel en las droguerías, según contaban aficionados de la época, aunque su alcance sólo llegó al patio de butacas.
Olores que alimentan
El sentido del olfato empieza a considerarse más a partir de 1963, cuando el aroma a canela inundó el escenario del Teatro Falla al aparecer los vendedores de “Corrusquillos Gaditanos” del innovador Paco Alba, en ropa de faena y al brazo una canastilla de mimbre repleta de estos crujientes dulces que pregonaban en su estribillo:
“Tome corrusquillos, tome usted canela
los come el chiquillo, los come la abuela
y hasta el que los dientes
ya se le menean
y si no los come, los rechupetea”.
El aroma a canela procedía de un preparado que elaboró a petición de Paco Alba el farmacéutico Manuel Rodicio, quien tenía su oficina en las murallitas de San Roque, frente a las Puertas de Tierra.
También las dos especias más confiteras, la canela y la vainilla perfumaban el obrador de“La Crem de La Crem” comparsa de Nono Galán en 2010, mientras que el dulce olor a chocolate aromaba la actuación del coro de Paco Martínez Mora “La Boutique”, en 2014.
Las yerbas silvestres en sahumerio las traen en 2008 desde El Puerto, los comparsistas de “Huele a Romero”, de los hermanos Ríos, con letra de Pedro, el poeta gaditano del Barrio Santa María.
Flores e incienso
Cuando en 2012 José Antonio Valdivia trae desde la ciudad de Los Barrios la comparsa “El Yerbatero”, un intenso aroma campestre precede a la actuación de estos recolectores de plantas que se presentan descalzos dentro de un secadero de hierbas colgadas de garabatos a los lados del escenario, donde se sitúa la figura de un caballo de tamaño natural.
La comparsa de Ronda “Entre Las Flores”, de Horacio Calvillo, en 2010 pregona:
“¡Traigo Flores!, abre niña los balcones,
que a la vuelta está mi carro
encandilando corazones…”
Mientras por el Teatro Falla se extiende el aroma a violetas, nardos y jazmín de los aerosoles que sus colaboradores ponen a funcionar antes de comenzar el repertorio de estos campesinos de la serranía malagueña.
El fresco olor a helado de tutti frutti anunciaba la entrada en escena de “Ricas y Maduras”, primer premio en 2011 de Antonio Pedro Serrano, que al año siguiente que al año siguiente esparcía un refrescante aroma a colonia Nenuco cuando los nonatos de “Mejó No Salgo”, aún estaban en el vientrecito de su omaíta.
La sofisticación del perfume francés la trajeron en 1981 “Los Pintores de Versalles” de Antonio Busto según recordaba Javier Osuna, uno de sus componentes, en el libro Carnaval de Cádiz Retratado por Kiki.
2008 “Los Perfumistas” de Tino Tovar, con sus llamativas pelucas, adelantadas al estreno de la película de Tim Burton Sweeney Todd quemaron palitos de incienso entre bastidores.
El aroma divino por excelencia, el incienso litúrgico, es más reciente y aparece en agrupaciones que representan ángeles, curas, monjas y frailes, en especial desde el año 2000 con “Los Querubines”, de Sanlúcar de Barrameda, queman incienso antes de su salida para que el humo aromatizado del sahumerio llegase al público, como hicieron en años sucesivos el “Coro La Catedral” de Julio Pardo, 2008; “Los Santos” de Jesús Bienvenido en 2010; “Las Fans de Los Santos”, y “Los Que Siempre Les Toca Bailar con la Más Fea”, al año siguiente, o “Los Auténticos Carapapas” de Miguel Choza, y “Que Dios Nos Coja Confesá” coro de Luis Rivero, ambos en 2015.
No nos libramos de un fuerte olor a alcanfor en el escenario que se percibió en el teatro antes de la salida en 2002 de la banda “Los Polillas” con sus parches coloraos, del Nono Galán chirigotero. Ni del pestazo a ambientador de pino que esparcieron los chirigoteros de “Huele a Ropero” la chirigota de Bocuñano y Rodicio en 2009.